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Críticas

Crítica de 'Priscilla': Sofia Coppola retrata la inocencia interrumpida de Priscilla Presley

Priscilla', protagonizada por Cailee Spaeny y Jacob Elordi, concursa por el León de Oro de la 80ª Mostra de Venecia.


El conjunto de la trayectoria de Sofia Coppola puede verse como un sensible estudio de las luces y sombras de la experiencia del privilegio, y 'Priscilla', su esperado biopic de Priscilla Ann Beaulieu Presley, la esposa del rey del rock and roll, se enmarca perfectamente en este prolongado proyecto. Las cartas se destapan desde la preciosista primera imagen de la película: un plano detalle de los pies de la protagonista, con las uñas pintadas de rojo, andando sobre una alfombra rosada. De hecho, a lo largo de los títulos de crédito iniciales, no llega a verse el cuerpo entero de Priscilla, que se ve reducida a fragmentos que reflejan su belleza, pero también su alienación. La primera vez que Coppola filma los ojos de su heroína, la dulzura de su mirada contrasta con la imposición de unas pestañas postizas, que llegan a la película junto a otros objetos que decoraban Graceland, la jaula de oro de Elvis. Y es que, tras la sobria delicadeza de ‘Priscilla’, se esconde la doliente odisea de una mujer que fue severamente cosificada por el mundo del espectáculo –y por la sociedad patriarcal en su conjunto– y que debió pasar un infierno de soledad y traición hasta llegar a alcanzar una emancipación personal.


Para retratar esta pequeña gran odisea privada, Coppola se aposenta con rigor en la perspectiva de Priscilla, a la que conocemos en 1959, en una base aérea yanki en Alemania, cuando con apenas 14 años se convirtió en el objeto de atención de un Elvis que ya era una estrella de la música. La película, cocida a fuego lento, presenta el inicio de la relación entre la joven texana y el chico de Misisipi como un idílico cuento de hadas. En los mejores pasajes, la directora de ‘Las vírgenes suicidas’ despliega todo su talento para capturar la inocencia palpitante de Priscilla, a la que da vida una quebradiza Cailee Spaeny, vista en el drama policíaco de HBO, ‘Mare of Easttown’. Además, se agradece que Coppola –quien escribe el guion de la película a partir de la autobiografía de Priscilla– no cargue las tintas del relato en su fase inicial. De este modo, el espectador puede comprender el embelesamiento que llevó a la protagonista a aceptar convertirse en la muñeca particular de Elvis, a quien Jacob Elordi encarna cual juguete roto.

Como es costumbre en la directora de ‘Lost in Translation’, Coppola despliega en ‘Priscilla’ un detallista festival de gestos cargados de significación: por ejemplo, la mirada anhelante de la protagonista, que recibe como respuesta un saludo algo frío por parte de Elvis. El desequilibrio en la relación –de edad, recursos, bagaje vital…– es tan abismal que el único destino posible es la disfunción. Más aún cuando, desde la perspectiva de la protagonista, la figura de Elvis deviene un conglomerado indescifrable de sensualidad y castidad, dado que el rey del rock decidió convertir a su esposa en una suerte de virgen santa. En este sentido, ‘Priscilla’ podría enmarcarse en una corriente de películas contemporáneas que exploran el anhelo sexual femenino, satisfecho y liberador en ‘Pobres criaturas’ de Yorgos Lanthimos (vista en Venecia) y coartado y conflictivo en ‘Creatura’ de Elena Martin Gimeno (vista en Cannes). En este sentido, el problema de ‘Priscilla’ es que Coppola parece sentir tanto respecto por su protagonista que su discurso nunca acaba de fulgurar ni a nivel emocional ni en su dimensión política. Coppola logra diseccionar la terrorífica normalización de una situación de abuso psicológico, pero el pudor de la cineasta acaba convirtiendo el film en una reiterativa y elíptica oda al desamparo de la protagonista.


Hay momentos de ‘Priscilla’ en los que Coppola propone ciertas transgresiones cinéfilas o melómanas, como el empleo de una versión minimalistas del tema ‘Gassenhauer’ de Carl Orff, célebre por su aparición en ‘Malas tierras’ de Badlands, o el uso del ‘I Will Always Love You’ de Dolly Parton, un tema que luego popularizó Whitney Houston. Sin embargo, ninguna de estas pequeñas transgresiones se asemeja a los hachazos anacrónicos que avivaban ‘María Antonieta’. Concebida como una película de alcoba, Coppola logra transmitir el encanto y la magia inicial de las peripecias de Priscilla junto a Elvis, para luego ilustrar la cara siniestra de ese periplo vital: la aparición de las drogas, la falta de estímulos intelectuales, la condena al encierro… He aquí una película en la que todo está en su sitio, quizás demasiado en su sitio.





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